Dolor.
Cuántas veces lo hemos sentido y aun así huimos despavoridos cada vez que aparece.
El dolor puede ser una pequeña incomodidad o un golpe tremendo. Por ejemplo, el otro día me choqué contra una rama mientras andaba por la calle porque iba mirando algo más importante.
El dolor puede ser la causa o la cura.
Dicen que el dolor es lo que nos hace ser conscientes de nuestra condición elevada de ser humano. Nos recuerda, de vez en cuando, que no estamos muertos, aunque a veces deseemos estarlo. El tamaño del daño no tiene nada que ver con el tamaño del dolor. La rama me hizo un pequeño corte, hasta sangró, pero no se puede comparar con el dolor que me llegó después, que no sangró ni un ápice.
No me imaginaba que ese día sufriría ninguno de los dos.
Esa es también su belleza: nunca lo ves venir.
¿No es acaso curioso, cómo algo que nos causa tanto dolor puede causarnos también tanta felicidad?
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